La etapa de la juventud
Esta parte de la vida
está comprendida entre la infancia y la edad adulta.
Podemos hablar de tres rasgos en su desarrollo: a) desarrollo
orgánico, b)desarrollo social y c) desarrollo espiritual.
a) El desarrollo orgánico
del joven modifica formas y funciones del cuerpo el cual se
va transformando paulatinamente en adulto.
b) El desarrollo social
del joven hacia la independización del hogar paterno
y el familiarizarse con nuevas relaciones sociales es un proceso
natural, radica en la propia naturaleza humana.
c) El desarrollo espiritual,
a diferencia de los dos anteriores, no es un proceso natural,
es un proceso cultural que se despliega en el juego conjunto
de autoeducación y educación receptiva, con dificultades
y esfuerzos orientados a conseguir la perfección. Precisando,
además, de la maduración de funciones fundamentales
como son las intelectuales, emocionales y volitivas; esto formará
un adulto autónomo con valores y valoraciones, ideas
e ideales orientados en un orden axiológico. Podemos
dividir la etapa juvenil en cuatro fases:
- Prepubertad: en
el sexo femenino comienza aproximadamente a los 10 y a los 11
en el masculino.
- Pubertad: 13 años
y 14 años respectivamente.
- Crisis juvenil:
14 años para las niñas y 16 años para los
muchachos.
- Adolescencia o juventud:
para las jóvenes los 15 años y para los jóvenes
los 17 años.
1)Prepubertad: Dejemos de lado los cambios físicos, por todos conocidos,
que se operan en esta etapa y profundicemos en lo intelectual-afectivo-volitivo,
ámbitos sobre los que se ven reflejados dichos cambios.
Labilidad del comportamiento:
La conducta se hace disarmónica, por lo que decimos que
hay labilidad del comportamiento, alternancia entre travesuras
y relajamiento, batir un récord a toda costa y la pereza
total, osadía y timidez, comunicabilidad e impenetrabilidad.
Disminución
del rendimiento: Labilidad, negativismo y laxitud provocan
una disminución visible del rendimiento tanto en el colegio
como en el seno familiar. En la escuela están distraídos,
aturdidos, olvidadizos y no muestran interés. En vez
de atender en clase, se quedan "en babia", charlan, se ríen
o leen bajo el banco papeles que van de mano en mano. Descuidan
las tareas de su casa, sus carpetas dejan mucho que desear en
cuanto a orden y limpieza se refiere. Hasta su escritura se
muestra deforme, irregular con borrones y enmiendas frecuentes,
lo que refleja la desintegración del movimiento por el
crecimiento desmedido de los miembros superiores.
Todo el organismo
psicofísico se inclina a una mayor fatiga, debido a que
los órganos interiores no crecen en la misma proporción
que las piernas y por eso sufren sobrecarga, particularmente
pulmones y corazón. Por lo tanto su tamaño externo
suele confundir en cuanto a su capacidad, pero en tanto no se
complete el desarrollo interno, se debe dosificar el esfuerzo
en esta etapa.
Son muy frecuentes
los problemas de salud debido a una labilidad neuro-vegetativa,
en especial problemas cardíacos, circulatorios, perturbaciones
psicógenas y neuróticas. Desintegración
y transformación psicológicas: Los caracteres
de la etapa antes mencionados derivan en esta desintegración
y disarmonía íntimas, para dar lugar a cambios
profundos:
* transformación del pensamiento concreto en pensamiento abstracto: el pensar intuitivo concreto cambia por el pensar abstracto, es decir, no necesita ya asirse a las imágenes representativas del objeto; va independizándose de ellas. Esto se refleja en la formulación de definiciones. Empiezan a resolverse las operaciones lógico-formales; los alumnos se vuelven ahora maduros para el álgebra, su expresión oral y escrita gana en cohesión y lógica (supuesta la disciplina escolar necesaria). También se desarrolla el pensar técnico-constructivo que se iniciara a los 9 años.
* transformación del pensamiento concreto en pensamiento abstracto: el pensar intuitivo concreto cambia por el pensar abstracto, es decir, no necesita ya asirse a las imágenes representativas del objeto; va independizándose de ellas. Esto se refleja en la formulación de definiciones. Empiezan a resolverse las operaciones lógico-formales; los alumnos se vuelven ahora maduros para el álgebra, su expresión oral y escrita gana en cohesión y lógica (supuesta la disciplina escolar necesaria). También se desarrolla el pensar técnico-constructivo que se iniciara a los 9 años.
* transformación
de la memoria mecánica en lógico-discursiva: hasta
los 12 años poseía el niño una memoria
mecánica notable, a partir de esta edad decae su rendimiento
puesto que su pensamiento se transforma y necesita relacionar
lógicamente los contenidos para retenerlos.
* fantasía y problemática sexual: el abismo existente entre el ardiente desear y la dura realidad lo salva la fantasía, de ahí la importancia de la misma para llenar las lagunas de lo ignorado. Esto explica lo dañinas que resultan las publicaciones de tipo pornográfico, y lo necesaria que es la información verdadera y la formación en los valores para proporcionar al joven una piedra firme de la cual asirse en los momentos difíciles de la vida.
* fantasía y problemática sexual: el abismo existente entre el ardiente desear y la dura realidad lo salva la fantasía, de ahí la importancia de la misma para llenar las lagunas de lo ignorado. Esto explica lo dañinas que resultan las publicaciones de tipo pornográfico, y lo necesaria que es la información verdadera y la formación en los valores para proporcionar al joven una piedra firme de la cual asirse en los momentos difíciles de la vida.
Formas de emancipación:
Este afán de autodeterminación e independencia
es la causa de formas de comportamiento que han inclinado a
designar esta etapa como la segunda edad de la obstinación
ya que la primera de similares caracteres se da entre los 3
y 5 años. Oponen resistencia al continuo tener que obedecer,
a todo tipo de sujeción y responden con "obstinación"
a toda intromisión en sus asuntos. La emancipación
está dirigida a toda autoridad educadora, comenzando
por los padres y siguiendo por los profesores. La voluntad y
el mundo interior: La voluntad casi nada puede frente a los
violentos impulsos que ahora aparecen, pues se hallaba ocupada
en la conquista del mundo exterior, no es capaz de dominar el
mundo interior recientemente descubierto. La voluntad poco puede
frente a los violentos impulsos que ahora aparecen. De allí
la necesidad de reforzarla mediante actividad física,
mental y espiritual de tipo altruista.
Acciones pedagógicas:
Es de fundamental importancia ver -detrás de la hostilidad,
apatía, terquedad, afán de vivencias, emotividad-
una gran inseguridad y una ardiente búsqueda. Por eso
decimos que el prepúber necesita que se lo comprenda,
que se le hable con suavidad pero con firmeza, con interés
pero orientándolo, debido esto a que perdió su
escala valorativa de la niñez y aún no ha adquirido
la de su vida madura. Por ello su visión es crítica
en el aspecto negativo de la palabra. Es necesario para una
acción pedagógica eficaz tratar de ver lo positivo
que nos presenta esta etapa como el afán de experiencias,
su necesidad de conocer cosas nuevas, su emotividad de modo
de canalizarlas no sólo hacia una instrucción
sino a una educación integral.
2) Pubertad: A
medida que va desapareciendo la disarmonía puberal, disminuye
la desintegración de la conducta, típica de la
etapa anterior. Las formas negativas de la conducta cesan repentinamente.
Comienza a experimentar su mundo exterior: pensamientos, sentimientos,
emociones, impulsos, aspiraciones y deseos, descubre su yo psíquico.
Además descubre el mundo psíquico de los que lo
rodean, estableciendo una distinción entre ambos. Descubre
su yo, pero también alcanza la facultad de comprender
el obrar y comportamiento exteriores de una persona por los
motivos psíquicos, por los rasgos de carácter,
por los sentimientos.
Comprensión
de los fines: Hay una comprensión teleológica,
es decir, de los fines que le permite introducirse en el mundo
del espíritu. Logra ya el acceso a los valores de bondad,
belleza, verdad, santidad. De este modo su mundo no solo se
amplía hacia su interior sino hacia arriba hacia las
ideas y lo espiritual. Por eso busca apoyo en el mundo de los
valores. Concepción idealista del mundo: Al púber,
al buscar valores, se le hace indiferente el mundo de las realidades
concretas, y su interés es absorbido por las valoraciones.
Es característico de los púberes una imagen idealista
del mundo. Esto se da no solo en la conducta práctica,
sino también en el juzgar, en la actitud frente a las
realidades del mundo exterior. Desde que la creencia infantil
en la autoridad se ha quebrantado, intenta juzgar con un criterio
independiente el mundo cultural exterior y el mundo endopsíquico
(interior) .
Sobreestimación
del yo: Los jóvenes se consideran a sí mismos
muy importantes, se encierran en sus sentimientos, sobrestiman
su vivencia, y dictan sus juicios, creyéndolos el "sumum"
de la sabiduría. La autoformación: El despertar
del afan de valer pertenece a la pubertad espiritual; por eso
carece de la espontaneidad propia de los procesos biológicos,
pudiendo no darse en absoluto o apenas. Por eso, en la medida
en que aparece el afán de valer, despierta también
la voluntad de formarse y perfeccionarse a sí mismo.
Despierta en él la conciencia de que es necesario poner
en orden el caos interior. La incipiente voluntad de autoeducación
caracteriza el comienzo de la pubertad espiritual.
Elección
del garante ético: La atención del joven se
fija en alguien que personifique en su vida, carácter,
valores, lo que a él le parece puro, bueno u noble. No
es de extrañar entonces, que considere a tal persona
como la encarnación de un orden de valores, e imite su
ejemplo. Ante todo tiene que ser una persona que vea y comprenda
las dificultades y luchas del joven, y que aún tenga
sus propias luchas y dificultades, aunque sea ya una personalidad
madura. Este puede ser un profesor, un sacerdote, un compañero
mayor, o una persona admirada. Esta persona llega a tener gran
importancia para el desarrollo del joven, y el éxito
obtenido depende, en parte, de la influencia activa ejercida
por esta persona. Ve el mundo a través de él;
lo imita en lo grande como en lo pequeño, puede llegar
a imitar hasta sus gestos. No se trata de una imitación
servil, sino que hay una identificación de valores que
llevan al joven a actuar como su modelo.
La formación
de un ideal: Estimulado por personas ejemplares, se forma
en el alma del joven un ideal, que actúa como directriz
de su vida. El ideal es una suma de los objetivos personales,
formado por la acción conjunta de la percepción
de la persona ideal y de la aspiración a los valores.
Este ideal puede ajustarse en mas o en menos a la persona elegida
como ejemplar. Impulso de aislamiento: De no menos importancia
es la característica de la pubertad cultural, que consiste
en apartarse del mundo social, a la cual va unida la introversión.
A través de la misma se desarrolla la crítica
y comprensión de sí mismo y de los demás.
Despertar de la
esperanza: Cuanto más abandona el alma los rasgos
infantiles y adquiere otros más maduros, tanto más
brillantes adquiere el futuro como realización de deseos
y añoranzas. Misión del garante ético:
La gran tarea educadora, de tales garantes éticos, dependerá
de la confianza, la comprensión, y un abierto cambio
de impresiones que logren con el joven de modo de impedir la
formación de inhibiciones y resentimientos, así
como deshacerse de tensiones endopsíquicas, poner orden
espiritual en su interior y haciéndolo consciente de
los motivos que provocan las dificultades correspondientes.
Esto contribuirá a llevar una existencia plena de sentido.
3) Crisis juvenil
y adolescencia: Armonización de la conducta: Junto
al equilibrio corporal se va dando una armonización de
toda la conducta que se manifiesta no solo con relación
a lo social sino también al propio rendimiento. En la
escuela y en el taller se da un progreso del rendimiento. Esta
es una fase de transición no sólo en lo psicológico,
sino también en lo pedagógico.
Extroversión
y consolidación de la estructura psíquica:
Después de la introversión sufrida en la etapa
anterior surge como resultado que el joven se ha encontrado
a sí mismo y que del caos interior ha surgido un cosmos
en un duro proceso de autoformación. Relación
equilibrada entre el pensar y el sentir: El desarrollo de la
inteligencia ha terminado y en la medida en que disminuye la
gran acentuación afectiva, pensar y sentir entran en
un mayor equilibrio. Logra una objetivación del pensar,
es decir, puede prescindir de su sentir y hacer un enjuiciamiento
objetivo del mundo exterior. De esta manera idealismo y realismo
en esta etapa quedan hasta cierto punto en equilibrio: el alma
no ha perdido su poder idealizado pero ya no violenta la realidad
con construcciones abstractas y subjetivas.
Maduración
social: La extroversión que comienza en la adolescencia
acrecienta de nuevo el afán de estar en compañía,
especialmente el afán de asociarse, la necesidad y predisposición
al contacto. Se abre a influencias heterogéneas y reconoce
que la autoridad, el orden, la ley y la obediencia, son necesarias.
En consecuencia, se hace maduro para el orden político
y social. Separación de los garantes éticos: Al
descubrir el mundo de los valores personales, se da una independización
espiritual, una separación repentina o paulatina de los
garantes éticos. Desde ahora, la formación del
carácter se logra en la unión inmediata con los
valores mismos y no a través del garante ético
como ocurría en la pubertad.
Orientación
exterior de la voluntad: La vida volitiva del joven sufre
un cambio en su centro de gravedad: logra guiar hacia el exterior
las energías psíquicas reprimidas en la pubertad
para hacer que estas contribuyan a una actividad valiosa. La
madurez consiste en que la personalidad formada actúe
en el mundo en el sentido de una ordenación objetiva
de los valores. Mayor estabilidad de los estados de ánimo:
Pensar y querer se encuentran en condiciones de dominar los
sentimientos, los estados de ánimo, los impulsos, los
deseos y las pasiones. Los estados de ánimo se muestran
en un mayor equilibrio. La sana alegría de vivir reemplaza
la melancolía y el descontento de los años anteriores.
Consolidación
del sentimiento de sí mismo: El haber logrado dominarse,
los éxitos en el trabajo, en los estudios, y la alegría
de vivir contribuyen a fortalecer el sentimiento del propio
valor. La fuerza e impuso vital es tan grande que puede disipar
rápidamente cualquier depresión. Constitución
de la forma de vida: La consolidación de un mundo de
valores propio logra marcar en el joven una dirección
valorativa ejemplar para regir su vida.
Así en la adolescencia
por ser una fase de consolidación, cristaliza también
el carácter como una constante del añorar como
sentir y querer los valores. El carácter persistirá
de una forma bastante constante durante el resto de la vida,
principalmente como resultado de la autoeducación, dándose
así la consumación de la madurez psíquica
que favorecerá la transición a la edad adulta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario